Dos proyectos de iglesias: Nantes y Combarro
David García-Asenjo Llana
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La arquitectura religiosa de los años centrales del siglo XX sufrió una importante transformación, empujada por la irrupción de las vanguardias y la experiencia traumática de las grandes guerras. Esto hizo que se produjera una renovación completa tanto de la espiritualidad como de los espacios ligados a la misma. Se propició una vuelta a los orígenes de la liturgia, que buscaba la esencialidad más pura para volver a recuperar el significado de la celebración. Con esta búsqueda los espacios pasaron a despojarse, hasta aparecer casi vacíos, reducidos sus elementos simbólicos al mínimo. De este modo se aprecia con mucha mayor intensidad su valor y se ayuda así al desarrollo del culto. Se produjo también una nueva forma de aproximarse a la arquitectura, mediante una estudiada disposición de los materiales y del tratamiento de la luz que ayudaba a devolver el significado al espacio.
Todo esto encaja a la perfección con la arquitectura que, en este momento de renovación de la arquitectura española, estaba desarrollando Alejandro de la Sota. Junto con Miguel Fisac, Javier Carvajal, José María García de Paredes o José Luis Fernández del Amo, proyectó una serie de espacios que figuran entre lo más destacado de la arquitectura religiosa que se estaba produciendo en toda Europa, y que son obras clave para entender la superación de la distancia que la guerra civil y el posterior periodo de renegación de la modernidad habían establecido entre la arquitectura española y la que se estaba generando en Europa. Se sirvieron del programa sacro para volver a introducir en la sociedad una arquitectura adecuada a su tiempo.
Pero en el caso de Alejandro de la Sota se establece una importante diferencia con ese grupo de destacados arquitectos. Sus principales proyectos de templos no llegaron a construirse, o no lo hicieron conforme a las directrices que había marcado. Pero los proyectos mostraron una intensidad que hace que tengan un lugar propio en la historiografía de la arquitectura de la segunda mitad del siglo XX en España.
Para el estudio de la iglesia parroquial que proyectó en Combarro conviene hacer una parada en el proyecto no construido para una parroquia en Vitoria. Se trata de dos proyectos desarrollados casi en paralelo, alrededor del año 1958. Uno de los temas más interesantes del proyecto de Vitoria es la disposición de los elementos y el trayecto que se recorre desde la vía pública hasta el ingreso en el templo. La iglesia se gira respecto al acceso directo desde la calle, lo que permite todo un proceso de acompasamiento entre el tiempo de la vida ordinaria y el especial que se produce en la celebración. Ese ingreso demorado en el templo se plantea también en Combarro. A través de una serie de plataformas y giros se crea una transición que sirve de espacio de relación para los fieles que colabora con el sentimiento pertenencia a un grupo. La entrada por la parte baja del solar queda enfrentada a una cruz en la cota superior. Un árbol junto a la tapia de borde acoge la entrada al recinto y marca el camino de ascensión, al tiempo que indica la posición de la puerta del templo. Otro árbol frente a la pila bautismal replica a menor escala este gesto, y crea un espacio más controlado para el rito de ingreso. En los croquis que conserva la Fundación se pueden apreciar los tanteos que el arquitecto planteó para que esta sucesión de plataformas y giros en el recorrido tuvieran la máxima intensidad.
La importancia del magisterio de Alejandro de la Sota se puede apreciar en la importancia de los discípulos que dejó. Esta impronta se puede apreciar en las reminiscencias que de esta obra tiene la propuesta de Alberto Campo Baeza para la Filarmónica de Copenhague, y que también quedó en el tablero de dibujo.
Otro de los aspectos del proyecto de Vitoria que Sota retoma en Combarro es la definición del contenedor del templo. En ambos casos se trata de un sencillo prisma rectangular con cubierta a dos aguas, que se materializa en cerramientos traslúcidos, “con un deseo de lograr un ambiente libre, de luz total”. En Combarro la propuesta es más sencilla que en Vitoria y este cerramiento ligero se concentraba en la zona del presbiterio, para significar de un modo especial el ámbito privilegiado del espacio.
En Nantes el planteamiento es distinto, se aprecia una aproximación al programa sacro más cercana a los planteamientos que se fraguaron tras el Concilio Vaticano II, acorde con el año de inicio del proyecto, 1964. El templo tiene una disposición longitudinal, pero en una proporción menos alargada que en Combarro, y con los muros convergentes hacia el altar. El ingreso al interior del espacio se produce en el encuentro entre la asamblea y el presbiterio, propiciando así una unión entre ambos más adecuada a la nueva liturgia. Desde este lugar también se accede a la capilla del Santísimo, que se ha desdoblado para permitir la devoción privada y ofrece un espacio de menor tamaño para poder ser utilizado en las misas de diario.
La ordenación de la estructura también ayuda en el cambio hacia un espacio en el que prima la dirección transversal, como sugería Miguel Fisac para los templos posconciliares. Sota transpone la solución de cubierta para las instalaciones del CENIM en la Ciudad Universitaria de Madrid, y crea un techo que queda pautado por los lucernarios transversales. Esta fragmentación de la cubierta parte también de la escala y ordenación de las edificaciones del entorno. En lugar de una gran cubierta a dos aguas, ésta se descompone en varias naves que se integran a la perfección con las construcciones del lugar.
Pero una de las mayores aportaciones de Sota en este templo se produce en el muro que cierra el espacio tras el presbiterio. Planteó un cerramiento de vidrio transparente que hiciera que el interior se relacionara visualmente con el entorno en el que se situaba, en el que la naturaleza funcionara como retablo cambiante. El falso techo descendía sobre el presbiterio para enmarcar el muro de vidrio y las vistas del exterior.
Pero la falta de medios y el cambio de párroco hicieron que se desvirtuara el proyecto y que la obra finalmente construida guardara solo una relación parcial con el templo que Sota había planteado.
Son así estas dos parroquias dos ocasiones perdidas para poder apreciar la fuerza conceptual de la obra construida de Alejandro de la Sota, pero que no impiden que un análisis de las mismas nos transmita la belleza de unas arquitecturas imaginadas desde la pureza proyectual.
David García-Asenjo Llana es doctor arquitecto por la UPM con la tesis «Estrategias de proyecto en la arquitectura sacra contemporánea española». Colabora como divulgador de arquitectura contemporánea en medios como El Español, JotDown o Vanity Fair.